Azul Acero

 Eléctrico, medio, oscuro, pálido, añil, cobalto…  –susurro en voz alta sin darme cuenta. 

Perdona, ¿me hablas a mí? me pregunta la chica sentada a mi lado en la barra del café donde vengo a desayunar cada mañana. 


No no, disculpa. Estaba hablando conmigo mismo. No me hagas caso –respondí un poco apenado de mi despiste. La gente comenzará a pensar que estoy tarado. 


¿Qué son? –se atrevió a preguntarme la chica con cierta vergüenza. 


¿Eh? la miré desconcertado. Era guapa, no se puede negar. 


Lo que decías. Creo que me recordaba a algo me sonreía la desconocida. Ya está. Tengo que ponerme en plan simpático y sociable, ni modo. 


Son tipos de colores. A veces los recito de memoria. Es una manía que tengo desde pequeño. Perdona si te molesté con mis tonterías –Le comenté sabiendo que más que zanjar la conversación, estaba abriendo una brecha para las siguientes preguntas típicas de cafetería: ¿En qué trabajas?¿Cómo te llamas? ¿Vienes seguido a esta cafetería? 


Traté de acabar rápido con la conversación porque no quería distraerme mucho. Soy pintoro eso podría decirse. Me llamo Diego, mucho gusto. Bueno, a veces vengo a tomar un café. Me gusta este lugar, aunque esté un poco lejos de mi casa –dije yendo al grano. 


La verdad es que le había cogido cariño a esta cafetería. Era de un rollo un poco hípster, que no iba mucho conmigo, pero además de hacer un buen café me gustaba que tuviera una barra junto a la ventana que daba a la calle. De esa forma podía sentarme a tomar el café tranquilo, sin tener que hacer contacto visual con nadie, mientras veía pasar a la gente que iba de un lado para otro. 


Siempre me gustaron los colores. Mi madre sigue riéndose de  y me dice que según ella nací artista porque cuando tenía 4 años le pregunté qué eran los colores. Típica pregunta chorra de niño que vuelve loco a sus padres con ideas intensas. Es como preguntar ¿por qué hay nubes en el cielo? o ¿por qué no respiramos bajo el agua?. 


Desde pequeño me gustaba jugar con los colores y aprender de memoria los mil nombres que tienen. ¿Sabíais que existen más de 100 tonos de verde que puede registrar el ojo humano? Verde esmeralda, turquesa, agua, lima… Tonos de rojo también hay unos 105 aproximadamente.  


Bueno, espero que pases un excelente día. ¡A ver si nos volvemos a ver por aquí algún día! –dijo la desconocida despidiéndose mientras me guiñaba un ojo. ¿Cómo era que se llamaba? No sé ni siquiera si llegó a decírmelo. 


¡Seguro! Que tengas un buen día –me despedí tratando de no ser borde pero con ganas de que se fuera de una vez. 


¿En qué me había quedado? Ah sí, los miles de tonos de colores. Pues sí, hay tantos colores conocidos que es una verdadera locura. Es más, hay investigadores que dicen que podemos registrar más de un millón de tonalidades cromáticas. ¡Más de un millón!  Aunque es más locura que yo, pesar de haber nacido con la misma capacidad visual de vosotros, ahora sólo pueda ver únicamente 100 tonos. 


Comencé a darme cuenta de que algo raro me pasaba a los 15 años aproximadamente. Como os comenté, me aficioné a jugar desde pequeño a aprenderme nombres de colores y tratar de diferenciarlos, por lo que noté que cada cierto tiempo uno de los tonos que me aprendía, se iba convirtiendo en gris, desapareciendo de mi visión. Pero no fue hasta los 20 años que me atreví a ir al médico 


Tengo la "suerte” de ser una de cada treinta y tres mil personas que sufren de este tipo de daltonismo, en el que va desapareciendo la capacidad de distinguir los colores, por lo que el mundo va perdiendo tonalidades hasta que al final sólo te queda una vida en escala de grises, blanco y negro, como si vivieras en una película antigua. 


Me parecía un chiste malo, a los 20 años comenzaba a hacer mis primeros pinitos como artista. Al principio no me lo creía, pero poco a poco tuve que darle la razón al doctor. Aún así no quería que nadie se enterara, y menos mi madre. Según los entendidos este tipo de daltonismo seguramente provenga de herencia materna, noticia que mataría a mi vieja, con lo orgullosa que está de su pequeño Miguel Ángel 


Lo peor de todo es tener la capacidad de saber el momento exacto en el que vas a perder otro color. Porque desde unos días antes, mi cerebro ya me avisa lo que va a pasar. Os explico: Primero comienzo a tener leves dolores de cabeza y el segundo síntoma es que veo pequeños destellos, que por casualidad son del mismo color que próximamente dejaré de ver. La primera gama que perdí fue el rojo. Primero destellos de rojo, cereza, bermellón, rubí… y luego gris, siempre gris. 


A pesar de todo he logrado seguir con mi carrera logrando que nadie se enterara dlo que me ocurría y hasta he logrado vivir de ello. Vale, es verdad lo que decís, he llegado a mucho más. Pero aunque tengo cierto renombre como artista, todos mis esfuerzos de frenar esta “decolorización” han sido en vano. He viajado por todo el mundo, intentando no sólo visitar los mejores especialistas, sino disfrutar de los paisajes más hermosos del planeta, sabiendo que llegaría el momento en que no podría apreciarlos en todo su esplendor. 


Toda mi vida ha sido la búsqueda y la pérdida, todo en uno, día tras día. Hasta que un día me di cuenta, mientras veía la luna bailar sobre las oscuras aguas en una playa en el fin del mundo, que había pasado mi vida persiguiendo algo que jamás alcanzaría. 


Es así como volví a Barcelona, dejando de buscar. Y fue aquí donde la descubrí, sentado en este mismo café donde vengo a desayunar cada mañana. Vale, vale... quizás por eso mismo vengo todos los días, no os lo negaré: para ver pasar a esa chica. 

La primera vez que la vi, llevaba un vestido sencillo de flores y aunque tropezó con otro transeúnte y casi cae al suelo, en ningún momento levantó la mirada del libro que estaba leyendo mientras caminaba. Solté una carcajada involuntaria porque no me podía creer el personaje y lo torpe que era. El libro que leía era “Cien años de Soledad”. 


Me aficioné a esperarla cada mañana y comencé a crear el que será mi último cuadro inspirándome en ella. Pasa frente a la cafetería entre las 8.30h y 8.45h y nunca atiende por donde camina, siempre con la cara metida en el libro. Todas las semanas cambia el libro que está leyendo, pero nunca su actitud. Tanto es así que nunca he visto bien sus ojos, por lo que son el único elemento del cuadro que me falta por acabarLlevo preguntándome meses de qué color serán y hoy he decidido que es el día para averiguarloAnoche volví a sentir el leve dolor de cabeza y comencé a ver los destellos aturquesados que sólo pueden vaticinarme lo que está por venir. 


Son las 8.30h, por lo que debe estar por llegar. Me levanto corriendo de la silla, pero al salir de la cafetería las piernas me fallan. Me quedo de pie en mitad de la acera sin saber qué hacer y veo cómo se va acercando hacia  por la acera con la cabeza metida en un ejemplar de Fahrenheit 451Se da de bruces contra  y lo único que veo después son como dos inmensos ojos me miraron. 


Azul acero... sus ojos son azul acero. 

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