Blanco impoluto

Cristina se sienta delante del escritorio al que aún no logra adaptarse. Está exhausta y mientras toma un respiro mira la pequeña habitación que se ha convertido en su nuevo hogar. Paredes blancas impolutas, temperatura perfecta, luz cuidadosamente pensada para no crear ni una sombra. Aspira para intentar captar el olor del lugar. Nada. ¿Cómo puede no oler a nada?, piensa. Ella era especialista en captar los olores de las habitaciones y aquí definitivamente no olía a nada conocido. Era todo tan frío y limpio… tan impersonal.

Su pequeño Carlos está sentado en una esquina jugando con un libro infantil. Nadie ha podido quitárselo de las manos y han dejado de intentarlo. Además, el hecho de que el pobre niño no haya vuelto a emitir palabra, ya es suficiente para él.

Cristina no puede creer que las últimas 24 horas hayan ocurrido, ni que ahora se encuentre en este lugar tan extraño. Intenta ver por la ventana, pero está oscuro y solo logra ver kilómetros de arena oscura. Es una arena volcánica que le recuerda a sus últimas vacaciones en Las Islas Canarias. Es igual, pero tan distinto. Ya las islas no eran como cuando ella iba de pequeña a veranear con sus padres. El agua ya no era azul y cristalina, sino que estaba llena de una espuma gris imposible de eliminar. Aún así, les gustaba ir a la playa para que Carlos jugara en la arena, o lo poco que quedaba de ella. Pero, ¿qué iban a hacer? Las cosas eran así y nadie tenía la intención de cambiarlo: basura, playas con agua apestosa y tener que usar mascarilla las 24 horas del día para no sentir que te ahogabas con el humo de la calle. En la Tierra todo era tan gris y aquí todo es tan blanco. Ella antes era tan blanco y ahora no es más que gris.

Cristina intenta conectarse con su móvil, pero no funciona. –¿Cómo va a funcionar? En este lugar ni de coña habrá señal de móvil. ¿Cómo se comunicará esta “gente”? –piensa. 

Así mismo se encontraba ayer en la mañana en la cocina de su casa, viendo un video por el móvil cuando de repente todas las pantallas del piso se encendieron de golpe.

“¡ATENCIÓN! Este es un mensaje emitido para Cristina y Carlos. La Tierra ha iniciado un proceso de destrucción que acabará con su muerte en los próximos 5 años. Se le ha permitido a un pequeño grupo de personas participar en una comisión que vivirá en el planeta Xr45 para mantener viva la especie humana. Deben dirigirse al búnker ubicado en la Plaza España de su ciudad. Es imperativo que no compartan esta información con NADIE. En el momento en que lo hagan, serán retirados de la comisión y encarcelados por traición. Os lo recordamos, sólo Cristina y Carlos están incluidos en la misión. Buenas noches y buena suerte.”

Y así como comenzó el mensaje, se acabó. Su móvil volvió al video que estaba viendo antes y las pantallas se apagaron. Carlos la miró con cara de no entender nada, pero era muy pequeño como para saber lo que ocurría.

–¿Qué estaba pasando? ¿Cómo que una misión para vivir en otro planeta? ¿Es una broma a lo Orson Welles? ¿Podemos vivir en otro planeta? ¿Y qué pasa con Pedro, mi marido? Se fue hace unas horas a trabajar y no puedo avisarle. Fueron muy claros en que sólo estábamos incluidos Carlos y yo, y que no podíamos avisarle a nadie –divagaba angustiada Cristina.

En ese mismo momento en que su cabeza estaba a punto de explotar oye como pican a la puerta. Era Ana, su vecina y amiga. Desde que se mudaron a ese piso eran inseparables. Habían tenido a sus hijos casi a la vez y Carlos pasaba horas jugando con Mariana, su niña pequeña.

–Cristina… Cristina. ¿Estás en casa? Tengo que hablar contigo –susurraba Ana desde el otro lado de la puerta. Carlos al escucharla trató de levantarse y caminar hacia allá, llamando alegremente a su amiga.

Cristina corrió hacia donde estaba su hijo y se abalanzó sobre él, tapándole la boca para que no hablara más. –Shhhh…. Shhhhh… no puedes, no puedes cariño –le decía mientras lo arrastraba al otro lado del salón y se sentaba en la esquina.

–Cristina, ¡te he escuchado! Estás dentro. Por favor ábreme. Tengo que hablar contigo. ¿Sabes lo que está pasando?, ¿También te llegó el mensaje? –preguntaba ahora más alto Ana, que comenzaba a desesperarse. A pesar de las súplicas de su amiga, Cristina no podía moverse. Tapaba la boca de Carlos que sollozaba sin entender por qué no podía jugar con su amiga Mariana como siempre.

–¿No vas a hablarme? ¿Pero qué te pasa? No puede ser que me hagas esto. Sabes que estoy sola con la niña y necesito ayuda! Ábreme y hablemos del mensaje de evacuación que nos ha llegado a las dos! –gritaba desesperada Ana. Pero Cristina solo podía llorar  en la esquina opuesta del salón. No sabía cómo podía hacerle eso a su amiga pero tenía miedo, temía que todo fuera verdad y que perdiera la oportunidad de salvarse.

En ese momento escuchó cómo se abría una puerta de golpe y varios pasos decididos se acercaban a su puerta. Escuchó cómo en el rellano hubo un forcejeo y Ana gritaba su nombre mientras alguien trataba de callarla. Pero Cristina no se movió. Escuchó inmóvil cómo Ana por fin dejó de gritar y sólo quedó el llanto silencioso de su hija Mariana. Luego ya no escuchó nada más. Silencio.

Se quedó una hora en la misma esquina tratando de entender lo que había pasado. Carlos, que ahora estaba más calmado, encontró un libro infantil en la esquina y lo movía de arriba a abajo como si pudiera leerlo. Ella vio a su alrededor el que era el hogar que había creado junto a su marido Pedro: las paredes grises, los cristales del salón empañados de una grasa marrón imposible de limpiar al menos de que quisieras quemarte con los químicos, dibujos de Carlos por todos lados, y fotos de ella y Pedro en las que que no se podían ver si sonreían por las mascarillas que tapaban su bocas. Todo tan gris, tan sucio.

Se levantó, con el móvil en la mano y tomó la mano de Carlos. Trató de quitarle el libro infantil que había cogido, pero el niño no se dejó. Ya lo haría después. Cogió una chaqueta y su bolso, pero dejó las llaves de casa sobre la mesa del comedor. Salió de casa y mientras cerraba la puerta trató de recordar dónde era que quedaba la Plaza España.

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