Ebele
Gonzalo siente como los ojos le van a estallar. Los tiene hinchados y cansados, inyectados en sangre por el trasnocho. Lleva días así, semanas. La noche es el momento en el que puede pensar con claridad , cuand o el mundo se apaga y la calma por fin logra gobernar. Al fin logra encende r la máquina. En el silencio sepulcral de la noche, los pitidos del artilugio le sobresaltan. Sin duda tiene los nervios destrozados por la falta de sueño. Aún así, ha preferido aprovechar este último empujón de motivación y encadenar el trabajo de varios días, no vaya a ser que se despiste con otro proyecto y lo deje a medias como siempre . No, este es importante y tiene que terminarlo . El armatoste que construyó mide aproxima damente un metro de alto por lo que con dificultad lo acerca al ordenador y lo conecta al procesador con 4 cables distintos. Acaba la instalación y ya está listo para probar. El corazón le late a mil por hora y las manos le tiemblan, pero las ganas de ver c